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Londres

Mi ventana en Londres. Típica, clásica, y con una palmera que me transporta a playas cálidas y soleadas…

Pero estamos en Londres!

El cielo viene mostrándose gris, el sol está pero apenas se siente. Imposible ver la luna y las estrellas por estas noches…

Pero la luna se siente igual!!!


Llegamos al tramo tercero: Londres.


Todo es diferente. Nos desafía a ser aún más flexibles y adaptables, pero eso también tensiona y acumula carga, porque no siempre adaptarse es cómodo!

“Lo que quiero” no siempre coincide con lo que “queremos”… El compartir es un aprendizaje de todos los días en familia.

El cuerpo ya incorporó las caminatas de más de 15 km diarios, el frío invernal y el cielo gris ya es parte nuestra…


Somos cuatro caminantes por Londres, a veces charlando, otras en silencio, algunas jugando para olvidarnos del frío, disfrutando algún café o chocolate caliente, intentando descubrir cómo funcionan los semáforos y si mirar hacia la derecha o izquierda…

Nos perdemos por parques mágicos aún en invierno, nos dejamos llevar por la brújula interna; que a mí me deja en cualquier lado…por suerte mi equipo viajero tiene sentido de la ubicación… si no aún estaría en Barcelona…ja!


Es el tramo más introspectivo, donde hay más emoción circulando, donde nos quedamos contemplando sentados en los bellos parques, donde nos sentimos más extranjeros pero apreciamos la diferencia y nos invita a reflexionar…

Lo diferente es sólo diferente. El tema es cómo lo vivimos…y desde dónde lo pensamos…


Y escribo en mi diario de viaje:

A mitad de viaje. el cansancio se nota en el cuerpo. El clima es un aprendizaje, un ecosistema tan diferente para mi cuerpo, porque es raro despertarse y que el primer deseo sea que "hoy haya sol". Y así descubro cuánto doy por sentado la presencia del sol en mi medio ambiente...

Estamos a flor de piel, tal vez porque el cuerpo se va ablandando, tal vez porque los pensamientos nos llevan a algún lugar muy profundo, tal vez porque pasan cosas a la lejanía y las sentimos cerca...

Viajar no es aislarse, y las espuma de las olas llega a Londres desde Buenos Aires; y veo el dolor que te causa esa noticia y te abrazo porque es lo único que encuentro en Londres para regalarte.

Los jardines nos envuelven, nos encantan, nos convocan al silencio y a la contemplación.

En esta ciudad mágica, descubrimos nuestra propia magia, esa que se manifiesta cuando más la necesitamos.

Como en la Torre de Babel, los lenguajes diferentes, impulsaron un despliegue, un salir de lo protectivo y conocido...así estamos en una adentro afuera constante, aventurandonos en equipo y sintiendo la potencia de lo que eso nos regala...

Gracias Londres por tu magia...


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