Un momento de insensatez, de aventura, de locura. Un arranque que venía cocinándose a fuego lento…

Una casa de piedra y tejas que me enamoró con sus paredes descascaradas, sus techos altos, sus pisos antiguos, sus ventanas viejas, su jardín selvático y su terraza que me hizo sentir más cerquita del cielo. 

Me atrapó su magia, su historia. 

Me dejé llevar por la necesidad que sentía de tener un espacio propio donde desplegar encuentros, talleres, y diferentes actividades para descubrir una manera de estar más despierta, más regulada, más en sintonía, más amorosa y empática. Más consciente del código energético que soy, y compartir esta necesidad para motivar otros despertares. 

La pandemia significó muchas cosas para la humanidad, para mí, fue ese canal de parto que me permitió dejar un espacio de pertenencia y diferenciarme… Hay un antes y un después de la pandemia, ya no soy la misma y lo siento. Paraná es ese lugar cálido que me recibió al darme a luz una vez más.

 

Y quiero compartir(me) y compartir este Espacio que nos regala 180 m2 cuadrados de vida y creatividad.